viernes, 3 de agosto de 2007

Textos dedicados 4

CONCIERTO EN EL PANTANO

A Mercedes Collazo,
para que algún día
les cuente a sus nietos
esta historia infantil.

RECUERDO que hace muchos años, cuando yo todavía era un niño, algunas tardes me iba con mis padres a pasear alrededor de un mágico pantano donde garzas, patos, ocas y otras aves revoloteaban, picoteaban en las orillas o se deslizaban suavemente por las tranquilas aguas de una gran balsa que los hombres habían construido para regar los campos. Pero también, en los cañaverales que crecían por aquellos humedales vivían ruiseñores, alondras, carriceros, pechiazules y otras avecillas canoras que no cesaban de cantar. Incluso por las noches podía escucharse la melodiosa voz de algún ruiseñor enamorado. Pero entremedio de las aves canoras que con sus trinos ponían música en el pantano, un burrito blanco que quería ser músico, estropeaba con sus rebuznos el maravilloso concierto del atardecer. Mis padres decían que la música es de la Naturaleza y que todas las criaturas sensibles tienen derecho a ser felices interpretando a su modo el valor de los sonidos. Sin embargo, los pajarillos no estaban nada conformes con los rebuznos del asno. Y un día en que el coro de ruiseñores y alondras ensayaba entre los carrizos, un potente roznido del pollino hizo enmudecer los campos. Entonces, un viejo ruiseñor que era considerado sabio entre todos los pajaritos del contorno, reunió a sus amigos los músicos, diciéndoles:-Ese burrito nos perturba, pero también tiene derecho a sentir la música. Por tanto, si vosotros estáis conformes, voy a hacerle una oferta.El grupo entero, muy interesado por lo que el pájaro sabio les decía, escuchó atento. Y viendo el ruiseñor que todos sus amiguitos los pájaros guardaban silencio, continuó hablándoles. -Voy a proponerle al burro que sea nuestro director de coro. De ese modo, como los directores no cantan, mientras nosotros lo hagamos él callará. Y como, aunque no tenga buena voz sí que siente la música, nos dirigirá bien.Todos: ruiseñores y alondras, carriceros y pechiazules y otros animales voladores que no he nombrado, estuvieron de acuerdo con la propuesta del viejo ruiseñor. De ese modo, por las tardes se podían escuchar en el pantano unas maravillosas melodías que todavía hoy, ya mayor, siento en el corazón.

César Manuel Rubio Aracil

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